El Secretario de Estado Colin L. Powell observaba recientemente que los palestinos "necesitan comprender que [el terrorismo] no conduce a ninguna parte", y por este motivo les instaba a detener su violencia contra los israelíes.
Buen consejo político, pero ¿el uso palestino de la violencia conduce de verdad a ninguna parte?
La violencia, después de todo, tiene un propósito estratégico claro y ambicioso, como explicaba hace unos cuantos meses Hassán Ayoub, director de la sede del comité ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina en Nablús: "Ahora es un juego de agotamiento entre los israelíes y los palestinos. El primero que se queje es el que pierde. Y nadie va a quejarse no importa lo mucho que duela". En otras palabras, hay en marcha una guerra de voluntades.
La Autoridad Palestina, sumamente inferior a Israel en el ámbito militar, espera que Israel "se queje" por desplegar terrorismo contra sus civiles. Dado que la propia AP no puede patrocinar el terror, delega esta tarea en Hamas y la Jihad Islámica. "[Yasser] Arafat utiliza a Hamas para desangrar a Israel, para agotarlo", observa correctamente Efraim Inbar, de la Universidad Bar-Ilán. Si la AP tiene éxito desangrando lo bastante a Israel, le sacará mayores concesiones.
El terrorismo, en otras palabras, es parte integral para la negociación de la AP. "La dirección de los palestinos utiliza el terror para 'acelerar' el proceso de Oslo, escribe Jeff Jacoby del Boston Globe, volviendo a los israelíes "tan desesperados y desmoralizados que harán concesiones aún más radicales, rendirán aún más territorio, y lucharán con mayor dureza aún para hacer la paz con sus enemigos".
Específicamente, la AP busca una retirada israelí total de Cisjordania y Gaza, el control palestino sobre el Monte del Templo en Jerusalén, y que se permita residir en Israel a cifras masivas de palestinos. Quiere, hablando claro, el desmantelamiento del estado judío.
El discurso de Arafat de ayer, en el que condenaba la violencia contra Israel al mismo tiempo que exigía "el derecho de retorno" de millones de palestinos a territorio israelí, no suponía ningún avance sino que simplemente reiteraba cierta retórica agotada propia de él. El gobierno norteamericano respondía apropiadamente exigiendo no palabras sino "acciones concretas".
Israel tiene una contraestrategia, cada vez más evidente desde que Ariel Sharon fuera primer ministro a comienzo de 2001: es demostrar a los palestinos la futilidad de su sueño de destruir a Israel presionándoles a través de la pérdida de movilidad, un marcado declive en el estándar de vida, y el malestar colectivo.
"Mira", está diciendo Israel en la práctica, "esto no te está llevando a ninguna parte. Abandona tu sueño de destrucción. Llega a un acuerdo con nosotros".
¿Quién está ganando?
A lo largo de los años 90, la confusión y la ilusión israelí permitieron que los palestinos tuvieran la última palabra. Pero desde que Sharon alcanzase el cargo en marzo de 2001, los israelíes han encontrado su antiguo ánimo, su vieja unidad y su anterior propósito.
Las paralizantes divisiones de los años 90 casi han desaparecido, al igual que la temática de auto odio "post-sionismo" (que ridiculizaba el patriotismo israelí) y el derrotismo (el cual instó a una retirada unilateral del Líbano).
El cambio no es menos dramático en el bando palestino. Los atentados suicida islámicos militantes podrían sugerir determinación robusta, pero encubren una extensa desesperación y pesimismo. ¿Cómo más explicar la súbita oferta (y vergonzosa retractación) la semana pasada de una tregua temporal con Israel por parte de las alas militares de Hamas, la Jihad Islámica y dos grupos militares vinculados a Arafat ?
Observe también que Arafat nombraba recientemente como su representante en Jerusalén a Sari Nusseibeh, un palestino moderado que acepta el derecho a existir de Israel.
Los palestinos son plenamente conscientes de cuánto han sacrificado a lo largo del año pasado -- las vidas de sus hijos, su bienestar personal -- y lo poco que han logrado. Tamaño fracaso les hace difícil mantener la voluntad política de destruir a Israel.
Si Yasser Arafat abandonara el escenario político, el objetivo será aún más remoto. La Autoridad Palestina bien podría dividirse en dos, dado que consiste de dos regiones separadas geográficamente (Cisjordania y Gaza) cada una dominada por un hombre fuerte (Jibril Rajoub y Mohammed Dahlan respectivamente).
Si estos hombres duros emergen como gobernantes de sus zonas, como parece probable, el movimiento nacional palestino se fracturará como nunca antes, y la batalla contra el sionismo será aún más difícil.
Por estas razones, un rápido declive de la voluntad de los palestinos parece probable, como ha sucedido en varias ocasiones antes (en 1939, 1949, 1967, 1991) -- aunque éste podría ser más severo.
Hay buenas noticias: si los israelíes saben mantener su reciente sentido común de objetivo y resolución comunes, los palestinos podrían abandonar -- de manera permanente quizá -- su objetivo de destruir Israel.
Y en caso de suceder eso, el final del conflicto palestino israelí de un siglo de duración podría por fin está a la vista.