Las comunidades judías que se conservan en los países musulmanes tienden a ser débiles y sin futuro, simples trazas de las vitales poblaciones que existían hace medio siglo. Cualquiera con energía o ambición se marchó de Irán, Yemen, Siria, Egipto o Túnez hace mucho; los que quedan apenas se ganan la vida. No tienen ninguna relevancia en la vida económica o intelectual de sus países; políticamente cuentan sólo como potenciales víctimas o rehenes que canjear. En Los judíos de las tierras árabes en los tiempos modernos (1991), Norman Stillman los describe con precisión como "un residuo pequeño, testimonial y moribundo".
¡Qué diferencia en Turquía! Aquí los judíos, como en Occidente, tienen un papel prominente en la vida cotidiana del país. Durante una visita realizada no hace mucho a Estambul (la ciudad donde residen casi todos los judíos turcos), tuve oportunidad de reunirme con dos de los magnates del país, judíos ambos. Jefi I. Kamhi es el extravagante integrante de la jet-set que preside Profilo, una multinacional que fabrica casi todo lo que se le pueda ocurrir (instalaciones prefabricadas, piezas y repuestos, marcas blancas); además, importa y exporta y distribuye bienes de consumo, y realiza inversiones.
Üzeyir Garih, consejero delegado de Alarco, es una figura más discreta; su empresa se presenta a concursos, se hace con contratas, y se especializa en la construcción de grandes infraestructuras como oleoductos, terminales de almacenamiento de gas, refinerías, fábricas textiles y parques empresariales. Ambos caballeros son activos en las asociaciones de empresarios, se cuentan entre los principales filántropos del país, y tienen fuertes vínculos con las esferas políticas más elevadas.
Gracias a sus nociones de idiomas extranjeros y sus contactos exteriores, los empresarios judíos han jugado un importante papel en el crecimiento de las empresas turcas en los mercados internacionales. Ellos también tienen una presencia destacada en la moda, la publicidad y la banca; por ejemplo, los judíos predominan en el mercado Tahtakale de Estambul y en la práctica fijan el tipo de cambio de la moneda turca con respecto al dólar. Estos judíos no tienen una presencia pequeña, testimonial o moribunda.
Y no sólo son empresarios. No llegué a ver a Sami Kohen durante este viaje, pero para muchos ha sido el columnista de asuntos exteriores del periódico de mayor tirada de Turquía, el Milliyet, donde escribe sofisticados análisis de la geopolítica de su país, igual que es colaborador frecuente de publicaciones estadounidenses como The Christian Science Monitor y The New York Times. Otros judíos enseñan en universidades y trabajan para el gobierno, donde ocupan puestos diplomáticos y tienen otros cargos de responsabilidad. En resumen, a diferencia de las comunidades judías moribundas de las restantes regiones musulmanas de Oriente Medio, la de Turquía es vibrante y muy influyente.
Curiosamente, otros judíos - los de Israel y Estados Unidos - también tienen un papel en Turquía. Durante largas conversaciones mantenidas con funcionarios del Ministerio de Exteriores y la Oficina del Primer Ministro, encontré un interés constante en el fortalecimiento de los lazos con Israel, y casi alegría con el acuerdo Israel-OLP de septiembre porque acelera este proceso. Estos analistas ven a Israel de un amplio abanico de formas: como socio comercial, democracia amiga que ayuda a estabilizar la región, aliado que puede ayudar a lidiar con los regímenes iraní y sirio, y medio de acceso a Washington. La primera visita de la historia del Ministro de Asuntos Exteriores de Turquía Hikmet Çetin a Israel el noviembre pasado consolidó estos lazos y suscitó grandes esperanzas de futuro.
Lo que nos lleva a los judíos estadounidenses. Un analista turco me señalaba que muchos de los principales académicos estadounidenses de Turquía son judíos (incluidos Bernard Lewis, Stanford Shaw, y Avigdor Levy). Un funcionario de Exteriores que señalaba que los defensores más enérgicos de Estados Unidos en Turquía son judíos, mencionaba específicamente a Richard Perle y Douglas Feith, concluyendo con el comentario: "Nos encantan los judíos estadounidenses". El Gobierno de Turquía carece de un lobby turco que emerja alguna vez en Estados Unidos capaz de enfrentarse a griegos y armenios; en tanto, cuenta con los judíos para defender a Turquía en Washington. Más eficazmente que nadie, estos individuos señalan la importancia de Turquía como aliado en una zona particularmente turbulenta del mundo (por ejemplo, frente a Irak); su influencia positiva en Oriente Medio como democracia sólida; y su importancia como modelo de laicidad del mundo musulmán en conjunto.
Por supuesto, Turquía también tiene su ración de musulmanes fundamentalistas, fascistas y demás variantes del antisemita. Al igual que sus homólogos de otros países, extienden teorías conspirativas sobre los judíos y despotrican contra Israel. Pero en Turquía, a diferencia de Irán y los países árabes, estas personas no hacen política, ni las teorías conspirativas dominan el ideario político. Quizás lo más importante, los turcos no toman parte en actividades violentas contra los judíos. (Fueron extranjeros, no turcos, los que perpetraron el mayor acto de violencia con diferencia contra los judíos de Turquía, el atentado de 1986 contra la sinagoga Neve Shalom).
Hay muchas razones para pensar que las buenas noticias se prolongarán durante los próximos años - que los judíos de Turquía prosperarán; que las relaciones de Ankara con Israel se ampliarán; y que los judíos estadounidenses jugarán un papel muy importante explicando Turquía en Estados Unidos. Con respecto a los judíos, como es el caso de tantas otras cosas, Turquía ha logrado distanciarse de la paranoia y la represión de Oriente Medio y se ha convertido en parte de Occidente.