Hafiz al-Asad (también escrito Hafez al-Assad) falleció tal día como hoy hace diez años, lo que invita a realizar algunas reflexiones personales:
Un poste de Hafiz junto al actual Bashchar al-Asad. |
Me ocupé del tema de Siria durante 15 años, 1985-2000, elaborando un estudio académico importante, dos monografías, y muchas tribunas, artículos especializados y críticas literarias - alrededor de un centenar de publicaciones en total. Aparte de dos visitas al país siendo estudiante en 1972 y 1973, mi hostilidad al régimen, sin embargo, me impidió volver, aun cuando instituciones tan augustas como el Reader's Digest o el gobierno estadounidense auspiciaban mi viaje.
La muerte de Hafiz al-Asad puso por entonces un precipitado punto y final a mi especialidad siria. Este líder monstruoso pero fascinante me había intrigado, especialmente su cuasi-clandestina ideología pan-siria, su juego a dos bandas y sus dotes a la hora de hacer que Siria fuera más relevante de lo que debía. Apenas un año más tarde, la gravedad del 11 de Septiembre me alejaba violentamente más de los asuntos sirios.
En perspectiva, advierto que esos 15 años de estudio se centraron más en la figura de Hafiz al-Asad que en el país de Siria. Y por eso, con la muerte de Asad, mi interés se desvaneció. Su hijo y sucesor Bashchar (también escrito Bashar) heredó una tiranía funcional que ha conservado de forma razonablemente buena. Pero Bashchar al-Asad no supo conservar ni la repelente infraestructura interna represora (unos 20.000 muertos en 1982 en Hama, por ejemplo) ni la política exterior descabelladamente ambiciosa que situó a Damasco en el centro de la mayor parte de las cuestiones de Oriente Próximo (el pan-sirismo ha muerto). Siria se ha convertido en otra dictadura anodina más. (10 de junio de 2010)