Scott Ritter, ex-marine y ex-inspector de armas, es mi clase de individuo. Dirigió la Unidad de Investigación de Ocultación de las Naciones Unidas para desenterrar los esfuerzos Iraquíes de construir armas de destrucción masiva (WMD). Dimitió el pasado mes de Agosto de UNSCOM, el grupo de las Naciones Unidas a cargo de sacar del barro a Iraq, con un resplandor de gloria, protestando correctamente por la ausencia de efectividad de UNSCOM y declarando correctamente que "la ilusión del control de armamento es más peligrosa que la ausencia total de control de armamento".
Bien, he de admitir quedarme un poco pensativo cuando leo una de primera plana del New York Times a finales de Febrero con el titular, "Ex-Inspector Cita Papel de la CIA en los Equipos de Armamento de las Naciones Unidas". ¿Por qué Ritter sale al público con la espectacular (pero no demostrada en absoluto) de que la Agencia Central de Inteligencia había utilizado a UNSCOM en Junio 1996 como instrumento para recopilar información para asesinar a Saddam Husayn?. No obstante, dejo las dudas a un lado y me hice con su libro, Fin del Juego, con feliz anticipación.
No me quedé decepcionado, al menos no durante muchas páginas. En una trama bien organizada y bien escrita, Ritter deja absolutamente claro su propósito específico desde el principio: establecer la política correcta para detener a Saddam Husayn. Se dirige hacia esta meta con tres pasos.
Primero, cuenta la historia de lo que llama la constante Iraquí desde 1988 - la búsqueda incesante de construir armas de destrucción masiva. En el proceso, Ritter presenta fiablemente una historia de alta política Iraquí durante la última década, cubriendo temas tan diversos como las divisiones de la familia de Saddam Husayn y las organizaciones Iraquíes de seguridad. Aunque no es un especialista en Iraq, adquirió verdadera experiencia en el tema (en parte al confiar en Amatzia Baram, el erudito Israelí de quien se dice que dos camellos no pueden reunirse en el desierto Iraquí sin que sea informado).
En segundo lugar, Fin del Juego cuenta las experiencias personales y recuerdos de Ritter durante sus muchos años en el equipo de UNSCOM. Revela de hecho mucha información interior digna de titular como la infiltración de la CIA en UNSCOM así como detalles de los acuerdos fraudulentos Ruso-Iraquíes y lo que los desertores dijeron a UNSCOM. Por poner un ejemplo, un desertor Iraquí antes muy bien posicionado citó implausiblemente a Saddam tras perder la guerra de Kuwait diciendo, "Estamos acabados, sonnyboy". También describe en bastante detalle haber sido un huésped distintivamente incómodo en estados totalitarios - los gritos, los huevos, incluso los rifles recortados.
Tercero, Ritter crítica a la Administración Clinton por una "remota comprensión" de los obstáculos para desarmar Iraq y su "espantosa ausencia de liderazgo". Tacha a la administración de defectuosa por su "juego sin fin carente de estrategia de contención con sanciones económicas de duración indefinida". Traducido de la jerga, quiere decir que Washington ha impuesto incorrectamente restricciones económicas a Iraq como medida permanente, bajo la ilusión de que éstas por sí solas derrocarán al régimen.
Ritter se opone a las sanciones con varios argumentos: (1) No funcionan, dado que Saddam está sacrificando el bienestar de su pueblo más que ceder ante las exigencias Americanas. (2) Conllevan una tasa de bajas terrible (Ritter hace responsable a las sanciones de la muerte cada año de 43.000 Iraquíes menores de cinco años) e inspiran la condolencia mundial para con el régimen. (3) Hacen que el gobierno de los Estados Unidos pierda altura moral y ventaja política. (4) Hacen a Washington reactivo, porque la contención es un enfoque intrínsecamente pasivo, permitiendo que las decisiones clave sean tomadas por otras partes. (5) No pueden durar, dado que casi todo el mundo tiene objeciones.
Hechos estos preliminares, Ritter ofrece finalmente sus propias ideas para "solucionar el problema de Iraq - de una vez por todas", como lo subtitula. Bosqueja dos alternativas a la presente política de contención, una militar y la otra diplomática. La opción militar restablece el plan "Carretera a Bagdad" de 1991: enviar a 250.000 soldados Americanos al Golfo Pérsico, derrocar el régimen de Saddam, y reconstruir Iraq a nuestra imagen (como se hizo por ejemplo en Alemania o Japón). Ritter no prevé dificultades militares al frente (de hecho, espera que los soldados Americanos pasen "más tiempo procesando a presos que luchando contra las fuerzas de Saddam").
Después Ritter perfila la opción diplomática, sugiriendo los elementos irreducibles de acuerdo Americano-Iraquí, a saber: Saddam reconoce Kuwait, abandona las armas de destrucción masiva, da autonomía a los Kurdos, termina el estado de guerra contra Israel, y soluciona las cosas con las fuerzas de oposición Iraquí. A cambio, el gobierno de los Estados Unidos pone fin a las sanciones económicas, financia la reconstrucción de Iraq, reconstruye el ejército Iraquí, y permite la investigación nuclear pacífica.
Aún estoy del lado del autor, pero tan apenas. Por razones que no puedo detallar, ha instalado artificialmente dos opciones extremas - derrocar a Saddam o convertirse en patrón - y ha hecho caso omiso de todo lo de en medio. Por supuesto, despachará la última opción como fuertemente alocada.... Pero no, no lo hace. En su lugar, descarta la opción militar. Dice que no es factible porque la política de los Estados Unidos ha minado tan gravemente la causa moral y legal contra Iraq que el conflicto se ha erosionado irrecuperablemente en una "pelea" entre los dos países - y eso no es suficiente para mantener a la población Americana en guerra. Incluso si es suficiente, "la política actual de los Estados Unidos de intentar derrocar a Saddam es errónea", porque Saddam es un síntoma de problemas subyacentes, no su causa. Lo más sorprendente de todo es esta oración opuesta al estilo Marine:
Mientras que hacer negocios con Saddam no es ciertamente una idea atractiva, cuando se contrasta con los horrores inenarrables de la guerra, o con la política descabellada y moralmente corrupta de sanciones económicas indefinidas, sí que parece un mal menor.
Y por eso, con un cierto pesar pero ninguna duda, Ritter concluye que una "iniciativa diplomática descarada, no importa lo desagradable que sea" es la única manera de salir del paso.
Éstas son, por decirlo suavemente, declaraciones asombrosas. ¿La guerra contra Saddam es peor que su gobierno ininterrumpido?. ¿Que obtenga misiles es menos horrible que las sanciones económicas?.
Aunque esta política de capitulación sería deplorable viniera de quien viniera, es especialmente desafortunada viniendo de una persona que divulga de primera mano que "Iraq había mentido [a UNSCOM] en cada nivel". ¿Después de experimentar la realidad de que "Iraq pasaría por mociones de desarme, pero no de desarme", ahora pide más promesas de desarme de armas de destrucción masiva?. ¿Ritter quiere que los Estados Unidos entrenen a militares Iraquíes a cambio de completas afirmaciones sin sentido sobre el reconocimiento de Kuwait?. Habiendo aprendido que la "escuela antiterrorista" de Iraq era realmente una escuela para terroristas, ¿ahora quiere que el gobierno de los Estados Unidos pague el desarrollo económico Iraquí?. En contraste con esto, la tan denostada política de Clinton en Iraq parece positivamente brillante.
Al final, Ritter cierra una figura altamente errática. Él dimitió de UNSCOM para protestar por su falta de eficacia - pasando después a dañar inmensurablemente a UNSCOM con sus revelaciones sobre la intromisión de la CIA. Mientras que vivamente al tanto de los horrores que Saddam ha infligido al pueblo Iraquí, de la brutalidad al empobrecimiento, él escribe no obstante que ven al dictador "como símbolo de esperanza en su mundo de desesperación". Expresa revulsión ante el régimen de Saddam pero en un punto (al conocer que la CIA utiliza a UNSCOM para explorar información), escribe que "comenzó a entender el punto de vista iraquí". Arruina a la Administración Clinton por su irresponsabilidad, para proponer después un plan bastante peor que la satisfacción.
Cuando Scott Ritter se dirigió al Comité de Relaciones Exteriores del Senado en Septiembre de 1998, justo después de su dimisión, el Senador Joseph Biden (Demócrata de Delaware) le acusó acaloradamente de actuar "un poco más allá de su graduación al decir que la Secretaria de Estado Albright tenía más a considerar que si su "viejo Scottyboy" tenía o no acceso a un polvorín". Mientras que la rudeza del Senador sigue siendo imperdonable, la expresión completa del pensamiento de Ritter deja tristemente claro que su mofa dio exactamente en el blanco. Este hombre debería estar desmontando armas, no opinando de política exterior.