¿Puede ser más fuerte el sionismo musulmán que el sionismo judío?
Aunque la pregunta puede sonar absurda, no lo es.
El sionismo judío se desarrolló a partir de un firme amor de tres milenios a Jerusalén que prosperó a pesar de la dispersión que asentó a los judíos lejos de su ciudad santa. Este amor a Sión inspiró el movimiento nacionalista más extraordinario del siglo XX, que motivó que una población dispersa volviera a su antigua patria, reviviera una lengua muerta y estableciera una nueva entidad - y en contra de una oposición intensa.
El sionismo musulmán, en contraste, tiene una trayectoria condicional y errática, apoyada en una visión instrumental de la ciudad. Cada vez que Jerusalén ha surgido como extremo de interés religioso y político musulmán desde el siglo VII, ha sido en respuesta a necesidades prácticas concretas. Cuando Jerusalén cumplía objetivos políticos o teológicos musulmanes, la ciudad cobraba importancia en la valoración y las emociones musulmanas. Cuando esas necesidades faltaban, el interés musulmán se desvanecía inmediatamente. Este patrón cíclico se ha repetido en seis ocasiones durante 14 siglos.
En el primero de esos casos, un relato contenido en el Corán cuenta que Dios ordenó a Mahoma rezar hacia Jerusalén en el 622 y 17 meses más tarde le reorientó hacia La Meca. Fuentes de la literatura árabe convienen en que el interludio de Jerusalén constituyó una iniciativa fallida para ganarse a los judíos a la nueva religión islámica.
El mismo patrón interesado se manifiesta en los tiempos modernos. El olvido otomano de Jerusalén durante el siglo XIX invitó al novelista galo Gustav Flaubert a describirla como "Ruinas por doquier, y el hedor a tumba por todas partes… La ciudad Santa de las tres religiones se pudre de aburrimiento, abandono y olvido". Los árabes palestinos redescubrieron Jerusalén sólo después de que los británicos la conquistaran en 1917, momento en que la utilizaron para despertar el sentir musulmán contra el control del imperio. Después de que las fuerzas jordanas se hicieran con el control de la ciudad en 1948, el interés volvió a desmoronarse.
Sólo revivió en 1967, cuando la ciudad entera pasó a control israelí. La pasión musulmana por Jerusalén se ha disparado durante las cuatro últimas décadas, al extremo de que el sionismo musulmán imita estrechamente al sionismo judío. Observe dos parecidos:
- Importancia emocional: Ehud Olmert, hoy primer ministro de Israel, decía en 1997 que Jerusalén representa "la expresión más pura por la que rezaron, soñaron, lloraron y murieron todos esos judíos durante los 2000 años transcurridos desde la destrucción del Segundo Templo". El líder de la Autoridad Palestina Yasser Arafat copiaba sus palabras en el año 2000, afirmando que Jerusalén "ocupa lo más íntimo de nuestros sentimientos, el sentir de nuestro pueblo y el sentir de todos los árabes, los musulmanes y los cristianos".
- Capital eterna: El Presidente de Israel Ezer Weizman recordó al Papa Juan Pablo II de camino a su visita a Jerusalén en marzo de 2000 que la ciudad sigue siendo la capital "eterna" de Israel. Una jornada después, Arafat recibía al Pontífice en "Palestina, y su capital eterna, Jerusalén". Los líderes religiosos musulmanes y judíos que se reunieron con el Papa hablaron de igual forma de Jerusalén como su capital eterna.
Generalizando, el analista Jalid Durán observaba en 1999 que "existe un intento de islamizar el sionismo… en el sentido de que la relevancia de Jerusalén para los judíos y su apego a ella es hoy usurpada por los musulmanes palestinos". (Curiosamente, esto acompaña a un patrón parecido de imitación del nacionalismo judío por parte del nacionalismo árabe palestino).
Esta iniciativa está funcionando, al extremo de que, mientras los israelíes seculares están cada vez menos conmovidos por Jerusalén, el sionismo musulmán es más ferviente a nivel político y emotivo que su original judío. Observe el ejemplo de las dos fechas rivales del Día de Jerusalén.
El Día israelí de Jerusalén conmemora la unificación de la ciudad bajo su control en 1967. Pero como escribe Israel Harel en el Ha'aretz, esta fiesta ha perdido importancia de fiesta nacional en "la fiesta de las minorías religiosas" simplemente. En contraste, la versión musulmana del Día de Jerusalén – instituida 11 años más tarde por el ayatolá Jomeini, en 1979 – atrae a multitudes de hasta 300.000 personas del lejano Teherán, sirve de trampolín de arengas encendidas y gana apoyo de forma constante en todo el mundo musulmán.
Un sondeo de 2001 concluye que el 60 por ciento de los israelíes están dispuestos a dividir Jerusalén; apenas el mes pasado, el gobierno Olmert anunciaba sus planes de dividir la ciudad, sin gran escándalo.
Por tanto, concluyo que el uso musulmán de Sión representa una fuerza más poderosa hoy que el amor judío a Sión.
Este texto es un extracto de la Ponencia Rennert que pronunció Daniel Pipes la semana pasada en Jerusalén invitado por la Universidad Bar-Ilán