De las tres grandes religiones monoteístas, judaísmo y cristianismo parecen estar mucho más estrechamente vinculadas entre sí de lo que lo está el islam con cualquiera de las dos. Como insinúa el término "tradición judeocristiana", estas dos confesiones comparten vínculos profundos y una larga trayectoria; en comparación, el islam parece extranjero.
Hay muchas razones para esto. A nivel teológico, el Viejo Testamento es capital para el judaísmo y para el cristianismo, al tiempo que el islam se salta por completo la Biblia en favor del Corán. A nivel demográfico, las comunidades judías de países musulmanes, otrora florecientes, se han visto diezmadas, y es fácil olvidar que la mayoría de los judíos vivían en tiempos entre musulmanes; durante los últimos 500 años la mayoría de los judíos han residido en el mundo cristiano. A nivel cultural, cristianos y judíos conviven a la vanguardia de la experiencia humana, mientras los musulmanes vienen teniendo dificultades con la vida del siglo XX.
Estas ideas aparte, judaísmo y cristianismo difieren profundamente en términos religiosos; el verdadero parecido se da entre judaísmo e islam.
El Derecho
Al más básico de los niveles, judaísmo e islam ponen el acento en la acción correcta, y el cristianismo destaca la confesión correcta. Los judíos y los musulmanes religiosos están más preocupados por el cumplimiento de los mandamientos de Dios; sus homólogos cristianos se concentran en opiniones y posturas.
El judaísmo ha sido principalmente una religión de leyes desde la antigüedad. El énfasis se ha puesto en la vida respetuosa con los preceptos que Dios impuso. Jesucristo en persona aceptaba y respetaba estas leyes judías, pero enseguida sus seguidores las eliminaron totalmente del cristianismo. Con San Pablo al frente, los primeros cristianos aducían que la venida de Jesucristo significaba que las leyes habían perdido su validez. Jesucristo alteró la relación del hombre con Dios al sustituir la confesión y el amor por la acción digna. La obediencia religiosa pasaba a interiorizarse; lo que se hacía no importaba tanto como lo que se pensaba. A pesar de muchas modificaciones, este enfoque sobre Dios sigue siendo el mensaje cristiano característico.
Si bien apareció seis siglos después del cristianismo, el islam siguió el enfoque judío sobre Dios al dar preferencia a la actuación sobre la confesión. Las leyes religiosas musulmanas y judías (conocidas respectivamente como halacha y sharía) difieren en muchos detalles, pero comparten mucho en general. Ambas son enormes tipificaciones que tocan cuestiones tan diversas como las relaciones familiares, las sociales, las costumbres personales o las posturas políticas. Desde que se nace hasta que se muere, desde que se levanta hasta que se va a dormir, contados son los actos de un judío o un musulmán devoto que escapan a los rigores de la ley. Pero el de "ley" no es un término totalmente idóneo para describir a la halacha ni a la sharía, dado que contienen múltiples preceptos fuera de la jurisdicción de la ley tal como se interpreta en Occidente - cómo lavar, qué comer, dónde rezar. El régimen contiene capítulos para cada circunstancia imaginable, incluyendo el más improbable: quién hereda qué cuando fallece un menor dejando como sucesores exclusivamente a sus ocho tatarabuelos es motivo de cierto interés en la sharía.
Para los judíos, vivir según la halacha constituye el principal medio de reafirmar el compromiso de Dios con Abraham. Para los musulmanes, cumplir la ley islámica les permite vivir como Mahoma y sus discípulos. Para los dos, el contenido de la ley pesa tanto como su intencionalidad.
Donde la teología representa el gran reto intelectual de los cristianos, los judíos y los musulmanes siempre han sido los más absortos en el ordenamiento jurídico religioso. Los eruditos de ambas minorías han destinado una atención desproporcionada a elaborar un régimen completo de preceptos a partir de los libros de inspiración divina (la Biblia, el Corán), de su transmisión oral (Talmud, Hadit), de tratados jurídicos y de manuales legales.
El desarrollo de la halacha y la sharía siguió patrones parecidos. Ambos fueron elaborados por caballeros religiosos sin influencia gubernamental o docente formal. En algunos casos, los objetos de análisis son tan parecidos en los dos códigos que parece probable la influencia directa de la jurisprudencia judía sobre la islámica - aunque ambas se desprenden en última instancia de las fuentes de la lógica helena y el pensamiento de Oriente Próximo. De hecho, ambos se estudiaron principalmente en Irak; y la compilación del Talmud finalizó en el siglo VI, mientras que la recolección del Hadit no empezaría mucho después, haciendo plausible la influencia directa. Las escuelas rivales (o los ritos) también existían en otras regiones (Palestina en el caso judío, Arabia y Egipto en el caso musulmán).
Las situaciones novel se abordaban a través de decisiones improvisadas tomadas por las autoridades religiosas de referencia (las responsa, las fatuas). En teoría, las leyes seguían siendo flexibles; en la práctica, los reglamentos principales se volvieron rígidos con el tiempo y los eruditos se ocupaban exclusivamente de cuestiones insignificantes, triviales a menudo. Aun así, que los judíos o los musulmanes aprendan hasta las cuestiones jurídicas más elementales se consideraba una forma de culto; los estudiantes de la ley divina son por tanto religiosos.
Y de hecho, los religiosos de las dos tradiciones, los rabinos y los ulema (versión musulmana del rabino, traducido al inglés con frecuencia pero erróneamente como "clérigo") sí tienen mucho en común. Ninguno de los dos cumplen funciones litúrgicas, pero ambos son conocedores del Derecho. Si bien el creyente puede rezar a Dios directamente sin ellos, los necesitara como apoyo a la hora de cumplir idóneamente los mandamientos de Dios. Rabinos y ulemas elaboran e interpretan la ley: ¿Dos gotas de leche en un frasco de carne hacen que deje de ser kosher? ¿Qué distancia ha de recorrer el viajero para quedar absuelto del deber del ayuno en ramadán?
Su conocimiento de las leyes condujo a otros papeles. Hacían las veces de jueces, de docentes y de líderes de la comunidad, y de intermediarios entre la gente corriente y las autoridades públicas. Sus hijos heredaban a menudo estas posiciones privilegiadas. En parte como producto de esta diversidad, los lugares de culto, sinagogas o mezquitas, hacían las veces de salas de justicia, lugares de estudio, centros comunitarios u hospicios.
Costumbres
Los regímenes de ordenamiento paralelos condujeron a muchos parecidos en las costumbres de las comunidades tradicionales musulmana y judía. A continuación una muestra de los parecidos.
Los servicios religiosos en sinagogas o mezquitas son informales los dos, con una gran cantidad de idas y venidas; la ausencia de un párroco a cargo significa que cada particular podrá rezar por su cuenta, añadiendo un elemento de caos al mecanismo. Las mujeres no estaban obligadas a acudir a los servicios; las que lo hacían quedaban relegadas a una zona independiente donde eran menos visibles a los varones. Las referencias a Dios, bendiciones o maldiciones, y a la vida ritual marcan la conversación entre judíos y musulmanes. Pero si bien los musulmanes invocan al Señor cada pocas oraciones, los judíos religiosos nunca mencionan Su nombre. En ambas confesiones, la pureza ritual exige de limpiezas tras mantener relaciones sexuales, tras las deposiciones, dormir o comer. Antes de la oración los judíos se mojan sus manos, mientras los musulmanes se salpican otras partes del cuerpo también.
El simple ordenamiento dietético guarda enormes implicaciones sociales. Judíos y musulmanes están obligados a respetar estrictos códigos relativos a comer carne u otros alimentos. Para administrarse la dieta idónea, han de formar grupos y convivir en minorías organizadas. Las normas dietéticas tienen consecuencias especialmente importantes allí donde judíos o musulmanes son minoría, al distinguirlos de la población mayoritaria.
Los sistemas educativos tradicionales guardan curiosos parecidos. Alrededor de los cinco años de edad, los hijos del judío y del musulmán religioso empiezan a memorizar su libro sagrado en la educación elemental (el beit sefer, el kuttab), dedicando largas horas seis días a la semana a repetir sonidos en un idioma extraño (no todos los chavales hablan hebreo o árabe en casa). Los judíos y los musulmanes tradicionales consideran la memorización el enfoque más sólido en enseñanza; sólo incorporando un texto de forma sincera podrá ser entendido integralmente. Para ayudar en este proceso, los estudiantes se armonizan creando un ritmo memotécnico. Las aulas zumban mientras los estudiantes recitan distintos deberes, cada uno a su ritmo, con el profesor vigilante en busca de errores o de vagos. Y tendrá que emplearse, porque el docente de la educación elemental vivirá con frecuencia de las aportaciones de los estudiantes - los padres pondrán a prueba a sus hijos en casa a menudo, y compensarán al profesor según sus medios y su satisfacción.
Algunas menores asisten a la escuela, pero estudian a un ritmo mucho más relajado y pocas van más allá del nivel elemental.
Tras la escuela elemental, algunos chavales asisten a un centro superior (la yeshiva, la madraza) para aprender el significado del libro sagrado del que ya habrán memorizado bastante. A medida que crezcan, el hincapié de su estudio cambiará a la inquietud intelectual presente en judíos y musulmanes: la ley de Dios. Habiendo desplazado a un segundo plano otras cuestiones - ciencias o letras, por ejemplo - a lo largo de los siglos, la atención de ambas poblaciones se centra hasta en los detalles más ínfimos de la doctrina jurídica. En el ínterin, gran parte de la atención se desplaza de la Biblia o el Corán en favor de los comentarios, las notas y las anotaciones. Un curso regular finaliza en torno a los veinte años, cuando el estudiante es homologado como formado.
Ciertos parecidos más se han dado durante muchos años, y se siguen dando. Las relaciones entre hombres y mujeres o ricos y pobres son ejemplos de manual. Ambas tradiciones consideran la caridad una forma de que el benefactor se haga con el favor de Dios, más que una forma de supervivencia del mendicante (aunque los judíos se detienen más en el papel social de la donación). Los mendigos de ambas sociedades conocen la función que cumplen, y como resultado, manifiestan la más notable de las insolencias. La obligación de realizar donaciones se implanta a nivel social, de forma que al acomodado no le queda otra que donar, y a menudo.
Las leyes judías y musulmanas tradicionales también funcionan según el supuesto de que la mezcla indiscriminada entre los sexos destruye el orden social. Para evitar esto, ambas comunidades estructuran su vida diaria de forma que los caballeros y las mujeres mantengan en la práctica las distancias. El trabajo, el ocio, el viaje y hasta las relaciones familiares están rigurosamente reguladas. La halacha obliga a que los caballeros no se detengan mirando a las mujeres; los musulmanes restringen el contacto entre los dos aislando a las mujeres en los espacios masculinos a través del velo y el harén. Hombres y mujeres pueblan sus propias sociedades nítidamente definidas; los dos sexos pocas veces se tratan con libertad y familiaridad, en la sociedad musulmana en especial.
Esta regulación sexual es respetada de forma más consistente por los ricos y los residentes; los pobres no se lo pueden permitir. De ahí que exista la impresión de que judaísmo e islam son propios de la clase media urbana de forma destacada. Para ambos, el comerciante acaba plasmando al creyente religioso - una ironía, dado que tanto la halacha como la sharía prohíben estrictamente la usura, obligando al comerciante a recurrir a artificios jurídicos para cobrar intereses. Mientras la prescripción de la ley sea satisfecha, el judío o el musulmán habrá actuado correctamente; en esto impera, especialmente, la obra, no la intencionalidad.
Los comerciantes explotan los vínculos religiosos para hacer abundantes contactos comerciales. Antes de la era de la comunicación instantánea, una población enormemente dispersa disfrutó de las grandes ventajas del comercio; podían confiar mutuamente a través de la distancia y mantener contacto a largo plazo. Los Geniza, escritos judíos medievales conservados en El Cairo, dan fe de una tupida red de comerciantes judíos que llegaba desde España hasta la India. Las redes musulmanas iban todavía más allá, desde África Occidental hasta China.
Mediar con la vida moderna
Las costumbres tradicionales judías y musulmanas no han salido bien paradas últimamente. Son relativamente contados los judíos que todavía viven según la halacha. Y si bien muchos musulmanes siguen cumpliendo la sharía, se trata en general de los fieles con menor contacto con la vida moderna; especialmente en las ciudades, la religiosidad se contrae de forma constante. A medida que el ordenamiento cae en desuso, judíos y musulmanes hacen más hincapié en la confesión sobre la acción. Al hacerlo, traicionan su propia herencia en favor del enfoque cristiano sobre Dios.
Hasta el siglo XVIII, los judíos vivieron entre los europeos sin ceder a la influencia cristiana. Esto se hacía residiendo en refugios y guetos, respetando la ley y dando la espalda normalmente a cualquiera que se uniera a la sociedad cristiana convencional (aunque, como Spinoza, siguiera siendo judío). Pero desde finales del XVIII, el aislamiento judío se ha contraído. A causa de la Ilustración, la influencia cristiana se retira de muchos aspectos de la vida cotidiana y se desarrolla una nueva cultura secular. Por primera vez los judíos son aceptados en la sociedad y la cultura europeas. A medida que la presencia del cristianismo se debilita, los judíos ingresan en la sociedad. Ellos se encuentran cara a cara con los deslumbrantes cambios que tienen lugar a su alrededor y muchos se unirán impacientes a las nuevas empresas intelectuales, comerciales y sociales.
La halacha demuestra ser un obstáculo a la participación, no obstante, y los judíos modernos prescinden de ella mayoritariamente. Cuando la halacha pierde su papel central en la vida judía, desaparecen gran parte de las tradiciones judías. A estas alturas, la mayoría de los judíos en la práctica se han cristianizado, más ocupados en posturas e intenciones con respecto a Dios que en la ley divina.
Los judíos de hoy han desarrollado un amplio abanico de posturas hacia el respeto a la ley: hay quien la respeta como antes, otros respetan importantes secciones como las leyes kosher o la regulación de las relaciones sexuales, o partes pequeñas - la prohibición del cerdo o el ayuno en Yom Kippur; otros la ignoran totalmente. Todo vale; de hecho, algunos judíos llegan a enorgullecerse de esta diversidad de prácticas religiosas. Esta tolerancia habría sido totalmente impensable unas generaciones atrás, cuando no cumplir la ley equivalía a no ser judío. Aunque en Israel sigue siendo una cuestión política candente, la batalla por la halacha ha concluido.
Los musulmanes también se enfrentan a las tentaciones y los retos de la cultura occidental, sobre todo cuando los europeos han establecido la práctica hegemonía sobre los países musulmanes durante el siglo XIX. Sobrecogidos por el éxito de estos cristianos, los musulmanes aceptaron muchas de sus costumbres y de paso préstamos religiosamente neutrales como la tecnología militar o la higiene, y también nociones cristianas de fe, de una forma u otra. No son pocos los musulmanes que hoy se permiten consumir alcohol, basándose en que esto es irrelevante de cara a su profunda fe en Dios.
Aun así, la sharía todavía tiene vigencia. Muchos líderes musulmanes creyeron posible aplicar la ley como antaño, y responden con horror a la insinuación de que los musulmanes vulneren la ley islámica sin miedo a la represalia el Día de la Resurrección. Los sucesos de Irán plasman este problema. Los iraníes modernos que se saltan las leyes del islam desde hace tiempo tienen ahora que respetarlas o enfrentarse al castigo de un gobierno cuya principal prioridad es reimplantar la sharía.
Mientras la mayoría de los judíos aceptan alegremente la vida moderna, los musulmanes disputan realizar cualquier concesión. Como resultado, el judaísmo hoy se parece en muchos sentidos al cristianismo más que al islam, y en muchos sentidos es así. Pero esto es nuevo. Durante muchos siglos, el respeto a la ley divina hizo del islam y del judaísmo almas gemelas. Es concebible que un día vuelvan a serlo; pero eso sólo sucederá cuando los musulmanes también prescindan del ordenamiento.
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28 de junio de 2005: Debato una cuestión afín en "¿Es Alá Dios?"