La indignación surgida a tenor del centro islámico, bautizado de forma diversa Mezquita de la Zona Cero, Cordoba House o Park51, tiene enormes implicaciones para el futuro del islam en los Estados Unidos y puede que más allá.
Representación artística del centro islámico propuesto en las inmediaciones de la Zona Cero. |
Pero no, algo más simbólico sacude a la institución política -- la perspectiva de una mezquita en las inmediaciones de la antigua ubicación del World Trade Center. Lo que empezó siendo una cuestión de ordenación urbana se fue transformando a lo largo de los meses en un debate nacional con potenciales repercusiones en política exterior. Su faceta simbólica encaja en un patrón asentado en otros países occidentales. La vestimenta islámica de las mujeres ha desatado repetidos debates nacionales en Francia desde 1989 hasta la fecha. Los suizos prohibieron la construcción de minaretes. El crimen de Theo van Gogh afectó de forma acusada a los Países Bajos, al igual que la publicación de las viñetas de Mahoma en Dinamarca.
Extrañamente, sólo después de que el emplazamiento del centro islámico hubiera generado semanas de polémica, la cuestión de los particulares, las organizaciones y la financiación que están detrás del proyecto salía finalmente a la palestra -- aunque estas cuestiones evidentemente tienen más relevancia que la ubicación geográfica. Personalmente, no tengo ninguna objeción que plantear a que se ubique una institución musulmana verdaderamente moderada en las inmediaciones de la Zona Cero; por el contrario, tengo pegas a que se construya una institución islamista en cualquier parte. Irónicamente, la construcción del centro en tan cercana proximidad a la Zona Cero, teniendo en cuenta las intensas pasiones que despertó, redundará probablemente en contra de los intereses a largo plazo de los musulmanes en los Estados Unidos.
Esta nueva emotividad marca el inicio de una etapa difícil para los islamistas dentro de Estados Unidos. Aunque sus orígenes como fuerza organizada se remontan a la fundación de la Asociación Musulmana Estudiantil en 1963, alcanzaron la madurez política a mediados de la década de los 90, cuando emergieron como fuerza en la vida pública estadounidense.
Yo me enfrentaba a los islamistas allá por entonces y las cosas salían mal. Éramos, en términos prácticos, sólo Steven Emerson y yo contra cientos de miles de islamistas. Ni él ni yo podíamos encontrar apoyo intelectual adecuado, dinero, interés de los medios de comunicación o respaldo político. Nuestra causa parecía bastante inútil.
Richard H. Curtiss predijo en 1999 que los musulmanes estadounidenses seguirían el camino de Mahoma a la victoria. |
El 11 de Septiembre supuso un toque de atención, poniendo fin a esta sensación de imposibilidad. Los estadounidenses reaccionaron enormemente no sólo a la horrible violencia de esa fecha sino también a la escandalosa insistencia de los islamistas en culpar de los ataques a la política exterior estadounidense, y más tarde la elección de Barack Obama, o su flagrante negativa de que los autores materiales fueran musulmanes o el acusado apoyo musulmán a los atentados.
Académicos, columnistas, blogueros, figuras de los medios y activistas estadounidenses se volvieron conocedores del islam, transformándose en una comunidad, una comunidad que ya se intuye un movimiento. La polémica del centro islámico representa su ascenso como fuerza política, ofreciendo una reacción contundente y airada inconcebible hace sólo una década.
El enérgico tira y afloja de los últimos meses me deja parcialmente fascinado: aquellos que rechazan el islamismo y todas sus manifestaciones constituyen hoy una mayoría y pasan a la ofensiva. Por primera vez en 15 años, pienso que podría ser el equipo ganador.
Pero tengo una reserva: el tono cada vez más anti-islámico del colectivo. Engañados por la insistencia de los islamistas en que no existe nada que se pueda llamar "islam moderado", mis aliados a menudo no distinguen entre islam (una creencia) e islamismo (una ideología utópica radical que pretende implantar la ley islámica en su totalidad). Esto se reduce no sólo a un error intelectual sino a un callejón sin salida político. Poner en el punto de mira a todos los musulmanes entra en conflicto con nociones occidentales básicas, mete a amigos y enemigos en el mismo saco, y pasa por alto el dato irrecusable de que sólo los musulmanes pueden ofrecer el antídoto del islamismo. Como destaco a menudo, el islam radical es el problema y el islam moderado la solución.
Una vez aprendida esta lección, las nuevas energías permiten ser optimistas con la derrota del islamismo.