Yoram Schweitzer me ha respondido ya dos veces, y me parece que va siendo hora de cerrar nuestro intercambio, pero no antes de una breve réplica final por mi parte.
(Recapitulando, la secuencia, publicada en su totalidad en el Jerusalem Post, comenzó el 21 julio con mi artículo "Samir Kuntar y quien ría el último", que criticaba el intercambio Israel-Hezbolá; él respondió el 24 julio con "No es un acuerdo tan malo" discrepando en torno a los detalles y criticándome hasta por opinar en la materia; el 28 de julio en "¿Puede opinar de Israel un estadounidense?" justificaba mi derecho a opinar; hoy, él replica en "Disimulo y sobresimplificación").
Schweitzer se ha retractado discreta pero completamente de las críticas iniciales vertidas por su parte. El 24 de julio, restaba importancia a mis opiniones por ser "condescendientes e insultantes, pasando por alto como pasan el hecho de que Estado y opinión pública tienen el derecho a decidir por sí mismos… y afrontar el precio resultante", criticándome además después por hacerlo "desde mi refugio a miles de kilómetros de distancia". Hoy todo es luz y dulzura:
El derecho a manifestar las ideas propias, con independencia del grado de los conocimientos de primera mano de los asuntos en cuestión, es un privilegio del discurso académico, y del democrático de hecho, y no se cuestiona. El problema de las dos últimas réplicas de Pipes no reside en el hecho de que no sea ciudadano israelí.
Bueno, gracias. Pero entonces, Schweitzer prosigue: "Más bien reside en que reduce a una carta una cuestión compleja, ignorando por completo el contexto de la cuestión entre manos y criticando con dureza a las autoridades israelíes por la gestión de esta última crisis reciente".
¿Carta? Bueno, la expresión idónea en primer lugar es "eslogan". En segundo, se refiere a "Una fórmula fácil de recordar, concebida por el orador para su reiteración mediática". Mi artículo acerca del intercambio Israel-Hezbolá puede estar equivocado, pero desde luego no es un eslogan. Todavía menos cuando se advierte que encaja en mi crónica de escritos contra los desproporcionados intercambios israelíes, que se remontaría más de dos décadas atrás, incluyendo "La política de Kuwáit hacia el terrorismo es un ejemplo" (1986) y "La victoria de Hezbolá, el declive de Israel" (2004). (3 de agosto de 2008)
21 de septiembre de 2008: Como curioso epílogo de este debate, observe el comentario de Arnold Eisen, ministro del Seminario Teológico Judío del movimiento conservador, ofrecido desde la perspectiva política diametralmente opuesta a la mía. En el curso del debate del lugar de los ciudadanos árabes de Israel, él observa que los judíos de la diáspora pueden ver más objetivamente las relaciones entre judíos y árabes:
Recuerdo que durante los primeros días del conflicto [la segunda intifada] a mi prima de Afula le destrozaron el coche a pedradas camino de su trabajo. Y yo vivía en Palo Alto y nadie me destrozaba mi coche. Yo estaba en mejor posición para imaginar un escenario en el que árabes y judíos conviven pacíficamente.