El momento más dramático de la recientemente finalizada campaña electoral israelí [de mayo de 1999] no fue el enfrentamiento entre el Primer Ministro Benjamin Netanyahu y su principal rival, Ehud Barak. Más bien fue un debate televisado celebrado a mediados de abril entre Netanyahu e Yitzhak Mordechai, el propio ex ministro de defensa de Netanyahu, que había dimitido para postularse contra su antes superior al frente de una lista electoral del grupo mixto. En el debate de Siria, Netanyahu afirmó que "no daré [al Presidente sirio Hafez al-] Assad lo que Barak está dispuesto a entregar a Assad". Mordechai sorprendió al electorado israelí con su dramática réplica. Desafió frontalmente a Netanyahu a repetir su afirmación. "Mírame a los ojos, Bibi... mírame a los ojos", exigió. Netanyahu no repitió su intervención.
¿De qué hablaba Mordechai exactamente? Los círculos políticos israelíes revolotearon con el intercambio. Luego, a finales de mayo, fuentes oficialistas ofrecieron a la prensa israelí una crónica insustancial que hablaba de conversaciones alejadas de los canales habituales entre Jerusalén y Damasco durante el mandato de Netanyahu. Hoy, sin embargo, puede contarse la historia íntegra.
Según informaciones de diversas fuentes con conocimiento de primera mano de las conversaciones, está claro que, durante 1998, Netanyahu se implicó enormemente en unas negociaciones secretas con Assad en torno a los términos y condiciones bajo las que Israel devolvería los Altos del Golán, arrebatados a Siria durante la Guerra de los Seis Días de 1967, a control sirio. Todavía más sorprendente es que algunos de los implicados en las conversaciones hicieran la afirmación -- fervientemente replicada por Netanyahu y sus partidarios -- de que el primer ministro, en contraste tanto con su imagen dura como con las promesas hechas sus partidarios, estaba dispuesto a hacer grandes concesiones a Assad a cambio de un acuerdo de paz del que Israel obtenía reconocimiento diplomático, intercambio comercial y otras facetas de la paz.
La vía de negociación alentada por los americanos entre Israel y Siria se atascó cuando Netanyahu llegó a la administración en mayo de 1996. Assad insistió en que las negociaciones se reanudaran donde habían quedado con el anterior gobierno Laborista -- a saber, en un acuerdo sin reciprocidad en el que Israel devolvía los Altos del Golán. Netanyahu no veía ningún motivo para acceder a esto de antemano. Aunque tanto el gobierno estadounidense como el Partido Laborista israelí convenían con Netanyahu en este extremo, Assad no alteró su postura y la actividad diplomática se detuvo en seco.
Durante los dos años siguientes, Assad siguió negándose a mantener negociaciones directas u oficiales, pero durante los dos meses de agosto a septiembre de 1998, accedió a mantener lo que un funcionario israelí de alto nivel llama "conversaciones muy intensivas y muy oficiosas". Estas negociaciones tuvieron lugar al margen por completo de cualquier canal oficial. Ciudadanos estadounidenses iban y volvían más bien a título particular entre los dos países.
Ronald Lauder. |
Ronald Lauder, empresario neoyorquino y amigo del primer ministro, junto a su asistente Allen Roth, trasladaban las ideas de Netanyahu a Assad. George Nader, editor del Middle East Insight de Washington, planteaba los puntos de vista sirios. Aunque podrían haber existido otros canales de negociación, éste era el único en el que Netanyahu veía probabilidades de llegar a un acuerdo; en palabras de un ayudante suyo, era "el canal más solvente y serio" porque implicaba conversaciones con altos funcionarios de ambos países.
El equipo israelí estaba integrado por Netanyahu; Mordechai; Uzi Arad, asesor diplomático del primer ministro; y Danny Navej, secretario del gabinete. Otros implicados eran Yaakov Amidror, ayudante de Mordechai, y el Brigadier General Shimón Shappira, secretario militar del primer ministro. Por la parte siria, Assad se apoyó sobre todo en el Ministro de Exteriores Faruq ash-Shar y en Walid Mualem, su embajador en Washington.
Sirios e israelíes nunca mantuvieron contacto directo; las conversaciones se produjeron más bien dentro del marco clásico de la diplomacia de los mensajes. En total, los americanos visitaron Damasco en nueve ocasiones, reuniéndose con Assad en cada una de ellas, y realizaron un número comparable de visitas a Israel. Todos los implicados hicieron grandes esfuerzos por tener en secreto las negociaciones; por ejemplo, los mensajeros estadounidenses sólo se desplazaban en su avión privado, haciendo siempre escala en Chipre entre Jerusalén y Damasco. Ni el gobierno estadounidense estaba al tanto.
Pero más allá de los datos elementales, casi todo lo relativo a estas conversaciones -- por qué se producían para empezar, qué parte haría qué concesiones y por qué no salió nada de ellas -- es motivo de discreción entre los participantes. Los críticos de Netanyahu, incluyendo algunos antiguos integrantes de su círculo de íntimos, sostienen que Netanyahu inició las conversaciones por dos razones. En primer lugar, temía que los estadounidenses impusieran un acuerdo propio con los palestinos (como ocurrió realmente en octubre de 1998 en Wye) a menos que obtuviera un acuerdo con Siria. En segundo, su gobierno acusaba una sucesión de crisis, nacionales y extranjeras, de su propia invención en su mayor parte. Netanyahu quería recuperar protagonismo como jugador importante de talla mundial. Pero el drama de las vías egipcia, jordana y palestina se había consumido; el único vecino que quedaba eran los sirios y su satrapía, el Líbano. La visión de Netanyahu, el israelí de difícil alocución, desplazándose a Damasco para firmar un tratado de paz con un archienemigo revitalizaría su primera cartera. Una reacción mundial muy favorable se acompañaría de los gritos de indignación de la propia coalición de Netanyahu, lo que provocaría la caída. Pero el hito con Siria granjearía a Netanyahu un sorprendente apoyo en las urnas y un segundo mandato como primer ministro.
Allen Roth. |
Los críticos de Netanyahu profesan su sorpresa ante el precio en seguridad que dicen estaría dispuesto a pagar a Assad en cada una de las cuatro zonas principales a debate -- el alcance y el momento de una retirada israelí, las zonas desmilitarizadas y la posición de las estaciones militares de aviso. Rabin había accedido de manera informal a entregar a Siria los Altos del Golán, retirando efectivos israelíes hasta un límite internacional trazado entre Siria y Palestina en 1923. Shimón Peres fue un paso más allá y, en abril de 1995, accedió públicamente a que esta demarcación fuera frontera. Pero ninguno de estos primeros ministros del Partido Laborista, condenados por Netanyahu como pacifistas ingenuos, llegó a aceptar nunca la exigencia siria de que Israel retrocediera todavía más allá, a las fronteras en vigor el 4 de junio de 1967 anteriores a estallar la guerra.
Aunque las fronteras de 1967 solamente dan a Siria 64 kilómetros cuadrados adicionales, incluyen territorios de importancia simbólica e hidráulica: si Siria se hiciera con ellos, tendría mucho mayor control sobre los ríos Banyas, Yarmuk y Jordán, así como sobre el lago Tiberias -- o casi la mitad del abastecimiento hídrico israelí.
Fuertes críticas con Netanyahu dicen que él habría elegido iniciar las conversaciones en donde las dejaron sus predecesores Laboristas: Israel devolvía los territorios del Golán, aceptaba la frontera internacional pero no la demarcación de alto el fuego. Pero frente al rechazo tajante de Assad a estas condiciones, capituló, y en un sorprendente cambio de opinión, accedió a que Israel volviera realmente a las fronteras de 1967. En segundo lugar, habiendo exigido inicialmente que la retirada israelí se produjera a lo largo de una horquilla de 10 a 15 años, se conformó finalmente con una de 16 a 24 meses. "Los años pasaban realmente rápido", observa uno de los confidentes de Netanyahu.
Para evitar la repetición del ataque sorpresa sirio de 1973, Netanyahu exigía una desmilitarización intensiva de los territorios sirios próximos al Golán y una estación militar de aviso. Esto incluiría no menos de tres regiones desmilitarizadas dentro de Siria: la más próxima a Israel totalmente vacía de efectivos militares, una segunda zona con efectivos de armamento ligero, y la tercera con efectivos militares de armamento defensivo, según los ayudantes. La tercera de estas regiones se ampliaba mucho más allá de Damasco, perspectiva que preocupaba a los sirios más que a nadie. Según los críticos, Assad rechazó simplemente la sugerencia, insistiendo en que Israel nunca determinara el número de efectivos que él desplegaría acerca de su capital. Netanyahu también retrocedió en este extremo; para el final de las negociaciones, se alcanzó un "semi-acuerdo" sin detalles en el que cada parte desmilitarizaba en cierta medida una única región de tres kilómetros a lo largo de su frontera.
George Nader. |
En cuanto a la cuestión final, Netanyahu exigía que Israel conservara a perpetuidad una estación militar de alerta de alta tecnología en la cima del Monte Hermon, la montaña de 2.800 metros de altitud que domina la frontera sirio-israelí. Cuando Assad se negó a esto, se rumorea que Netanyahu habría ofrecido a Assad un arreglo en el cual las dos partes compartirían el control de la estación militar. De nuevo no, dijo Assad -- aunque llegó a acceder a que un equipo de las Naciones Unidas controlara la estación. Si "las Naciones Unidas" significaba efectivos estadounidenses y franceses, habría dicho Netanyahu, podía aceptar. Allí quedó la cuestión, con los israelíes asomados a la perspectiva de acceder exclusivamente a la información que los gobiernos francés y estadounidense quisieran entregar.
Si Netanyahu no estuvo dispuesto a entregar tanto, ¿por qué no llegó a haber acuerdo al final? Sus críticos afirman que no porque no tuviera reservas a tenor de estos términos -- estaba impaciente por firmar -- sino porque a nivel personal carecía de la credibilidad para realizar las concesiones tan generosas que contradecían de forma tan tajante los principios tanto de su gabinete como de su formación. Necesitaba que un peso pesado de la defensa apoyara el acuerdo. Durante el periodo activo de negociación, eso habría significado Mordechai, un antiguo General. Netanyahu se esforzó por convencer a Mordechai, pero Mordechai (en sus propias palabras) no pondría "en peligro la seguridad de Israel". El rechazo de Mordechai, me cuenta un íntimo, "dejó tremendamente frustrado a Bibi". De manera que cuando Ariel Sharón fue nombrado ministro de exteriores el 9 de octubre de 1998, Netanyahu solicitó sus bendiciones. Sharón también se abstuvo. Sin el apoyo de Mordechai o de Sharón, Netanyahu no podía entrar en solitario. Como resultado, el acuerdo no llegó a materializarse.
Un partidario de Netanyahu llama a todo esto "lo contrario a la verdad" y "una iniciativa encaminada a reformar la historia". Los de Netanyahu insisten en que sus ambiciones políticas no tuvieron nada que ver con las conversaciones. Dicen más bien que Netanyahu indicó a los sirios poco después de llegar a la administración que quería dialogar pero que necesitaba más concesiones en materia de seguridad que las exigidas por los Laboristas. En 1997 envió lo que un ayudante tacha de "andanada de mensajes" a Damasco para avalar esta idea. Las conversaciones comenzaron a mediados del 98, cuando llegó a Israel procedente de Damasco un mensajero que decía que Assad estaba dispuesto.
Si bien los partidarios de Netanyahu reconocen que llegó a mostrar cierta flexibilidad en la cuestión del calendario de retirada israelí, insisten en que optó por la vía inflexible a tenor de las otras tres cuestiones. Según Netanyahu y sus ayudantes, los sirios exigieron una y otra vez que Israel aceptara las fronteras de 1967, pero Netanyahu se negó. Hasta que no estuviera claro el paradero y la forma de los efectivos militares sirios, insistía, Israel no podía comprometerse a fronteras concretas. "Nunca" llegó a acceder a una frontera definitiva, dice un ayudante.
Los partidarios de Netanyahu dicen que Assad aceptó la idea de tres zonas desmilitarizadas pero que no quería que tuvieran menos de 10 kilómetros. Netanyahu se negó, y los sirios reconocieron la necesidad de ensancharlas. Las conversaciones se rompieron en este extremo. En cuanto al puesto militar de vigilancia y escucha de alta tecnología sobre el monte Hermon, Assad se abstuvo pero accedió a que los israelíes permanecieran en los Altos del Golán unos años. Los asistentes de Netanyahu caracterizan esto como "progresos" de manera uniforme.
De hecho, los partidarios de Netanyahu afirman que desde el punto de vista israelí se logró mucho, a pesar del colapso final de las conversaciones. Dicen que Netanyahu obligó a Assad a mejorar su oferta con respecto a lo que ofrecía al Partido Laborista en esas cuestiones; por eso las conversaciones dejaron a su sucesor, Barak, en una posición mejor. No se contemplaba un acuerdo, dijo Netanyahu a su gabinete hace poco, porque "Israel no accedía a las exigencias territoriales de Siria".
La facción de Netanyahu parece especialmente indignada con la afirmación de que Netanyahu estaba dispuesto a cerrar un acuerdo pero que hubo de ser detenido por Mordechai y Sharón. Uzi Arad, por ejemplo, dice abiertamente que "Mordechai apoyaba la postura de Netanyahu". Admite que "fue lento a la hora de intervenir pero en ningún extremo contrario". En cuanto a Sharón, dice un participante, bloqueó en la práctica el acuerdo no siguiendo adelante -- quizá por no ser idea propia.
Los críticos de Netanyahu replican que las cosas acabaron en realidad mucho antes, cuando se encargó a Mordechai y a Arad la elaboración de un mapa que entregar a los sirios pero Mordechai detuvo el proceso al no brindar nunca uno. Las negociaciones "fenecieron por falta de mapa", dice un crítico. Por sus respectivas partes, tanto Mordechai como Sharón dieron credibilidad a los críticos confirmando públicamente su papel a la hora de detener el acuerdo. Mordechai declaró durante su debate televisivo con Netanyahu: "En más de una ocasión... Actué como ministro responsable de defensa de este país e impedí lo que había de ser impedido. Las cosas tendrían una pinta muy diferente de lo contrario". El Ha'aretz informa que Sharón habría dicho "a los colegas afiliados del Likud... que él torpedeó la iniciativa a tres bandas con Siria". También cita a "fuentes oficiales" diciendo que, cuando Sharón supo de las conversaciones en septiembre de 1998, se enfrentó a Netanyahu y dijo que "no hay suficiente base para que Israel proponga un mapa de retirada".
Otros factores circunstanciales parecen apoyar el argumento de los críticos. A pesar de toda su enfática certeza, los partidarios de Netanyahu aparentan ser inconsistentes y esquivos desde el desafío de "mírame a los ojos" de Mordechai. Por ejemplo, justo después de esa dramática confrontación, un alto funcionario de la oficina del primer ministro anunció que "Mordechai no tiene idea" de las conversaciones entre Jerusalén y Damasco -- afirmación claramente gratuita que no ha refutado ningún otro funcionario pro-Netanyahu. Uno de ellos me dijo, por ejemplo, que Mordechai estaba "en el cotarro de principio a fin".
Y si bien Netanyahu llamó "tonterías" y "una acusación falsa" a la declaración de Sharón de haber "torpedeado" las conversaciones, el único apoyo que ofrece esta intervención es el extremo irrelevante y legalista de que Sharón "sólo fue nombrado ministro de exteriores una vez finalizados los contactos secretos". El argumento de Netanyahu también plantea el interrogante: Si el primer ministro no estaba haciendo nada en contra de la base de su propia formación, ¿por qué afirma ahora haber mantenido las conversaciones en un secreto total hasta para sus ministros de defensa y exteriores?
Cualquiera que haya seguido la carrera de Netanyahu reconocerá instantáneamente en este episodio el patrón asentado del caballero de hablar mucho pero hace poco. Por ejemplo, la cuestión enseña de la carrera de Netanyahu fue la política de dureza antiterrorista -- fundó una institución dedicada a este objetivo, escribió un libro en la materia e hizo de ella motivo de innumerables intervenciones públicas. Pero cuando el gobierno estadounidense ofreció extraditar a Israel a un sospechoso de terrorismo de Hamás, Musa Abú Marzuk, Netanyahu marginó la cuestión (preocupado en apariencia por los problemas que esto suscitaría). Abú Marzuk se encuentra hoy en libertad y es un alto responsable de Hamás en Ammán, Jordania.
De forma que las pruebas se decantan claramente en favor de la infeliz posibilidad de que la versión de Netanyahu no sea cierta. Más exactamente, él parece jactarse de sus posturas previas más duras con los sirios pero ocultar las concesiones que hizo mientras se prolongaron las conversaciones. De hecho, Netanyahu daba más a los sirios de lo que dieron los predecesores a los que desprecia profundamente, Yitzhak Rabin y Shimón Peres. Y a juzgar por las nuevas informaciones que llegan de Israel, también entregó más que Barak.
Este extraordinario episodio no revela nada nuevo del bando sirio, que simplemente refrenda su asentado comportamiento, de 25 años atrás, de tratar de obtener la máxima influencia desde una postura de debilidad. Al igual que en el pasado, Assad dio el mínimo absoluto durante las negociaciones y liberó las concesiones con cuentagotas de la más lenta y paulatina de las formas.
Pero las crónicas del canal secreto de comunicación entre Assad y Netanyahu guardan importantes implicaciones en dos terrenos: La política israelí, y el futuro de las relaciones sirio-israelíes. Las negociaciones revelan que Netanyahu es un líder que hará cualquier cosa por permanecer en el poder. Y si Assad ahora exigiera que Barak partiera de donde lo dejó Netanyahu, el que Netanyahu hubiera discutido enormes concesiones a Damasco debilitaría la posición negociadora de su sucesor. Ventaja, Siria.
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Correspondencia
"El acuerdo secreto de Bibi", Cartas al director, The New Republic, 2 de agosto de 1999
Al director:
En calidad de alguien con experiencia de primera mano en los contactos de Netanyahu con Siria, y que como secretario del gabinete participó personalmente en asuntos de esta envergadura, me gustaría corregir varias ideas expresadas por Don Daniel Pipes ("El camino a Damasco", 5 de julio).
En contra de las afirmaciones del artículo, el Primer Ministro Netanyahu nunca accedió a una retirada israelí a las fronteras del 4 de junio de 1967. No fue alcanzado ningún acuerdo entre Jerusalén y Damasco, sobre todo porque Netanyahu se negó a presentar a los sirios un mapa que indicaría la retirada israelí a las fronteras del 4 de junio de 1967. Además, no se fijó ningún calendario de retirada israelí de los Altos del Golán, en el momento de alcanzarse un acuerdo.
A tenor de la cuestión de las zonas desmilitarizadas y las regiones con limitaciones a los efectivos y el armamento se hicieron ciertos progresos, pero tampoco en esto se alcanzó un acuerdo definitivo. En contra de otra afirmación del artículo, no hubo ningún visto bueno israelí a la zona desmilitarizada de sólo 10 kilómetros de ancho. De hecho, Netanyahu insistió en zonas desmilitarizadas mucho mayores y regiones de limitación a los efectivos y el armamento mayores. A la luz del rechazo del Primer Ministro a las fronteras del 4 de junio de 1967, los sirios rechazaron presentar un mapa que detallara sus zonas desmilitarizadas y sus regiones de limitación de efectivos y armamento.
A tenor de la cuestión de las estaciones de aviso, se hicieron progresos reales. En contra de su postura anterior, los sirios manifestaron disposición a abstenerse de la demolición inmediata de las estaciones que advertencia, principalmente de la estación de Hermon. Accedieron a que la estación estuviera controlada por efectivos internacionales estadounidenses y franceses, y dieron su permiso tácito a que un equipo israelí controlara las instalaciones bajo dirección norteamericana.
Fue la negativa de Netanyahu a aceptar la imposición de los sirios de retirarse a las fronteras de 1967, en la misma medida que la negativa siria a detallar regiones de efectivos y zonas desmilitarizadas concretas, lo que impidió un acuerdo entre Israel y Siria.
Danny Navej
Jerusalén, Israel
Daniel Pipes responde:
En primer lugar, Danny Navej pone en duda sólo unos cuantos detalles de mi artículo - confirmando por implicación mi versión general de la diplomacia de mensajeros Lauder-Nader (incluyendo el dato de que él era uno de los particulares directamente implicados).
En segundo lugar, los argumentos de Don Navej (que no se alcanza ningún acuerdo porque Netanyahu se mantuvo firme en sus principios) reiteran lo que retrato como una parte del debate, hasta los detalles del mapa, el calendario y lo demás. En última instancia, sin embargo, encuentro más convincente a la otra parte, la que dice que Netanyahu capituló en casi todas las cuestiones pero le fue impedida la firma cuando su ministro de defensa (Yitzhak Mordechai) y su ministro de exteriores (Ariel Sharón) se negaron a apoyar sus términos.
En tercer lugar, ¿cómo se aclara a qué bando creer alguien ajeno al círculo de los doce implicados directos? Se reduce a la opinión que se tenga de Benjamin Netanyahu. Don Navej y los que defienden al primer ministro le presentan como un caballero de carácter y con principios. El otro bando le tacha de egomaníaco interesado. Para cualquiera con el conocimiento más remoto de la política israelí, esta elección es obvia, dado que si la derecha y la izquierda de ese país convienen en algo, es en que Don Netanyahu es un político oportunista y falso – y los resultados electorales de mayo sugieren que esta opinión es compartida de forma generalizada.
En cuarto lugar, si Don Navej sostiene que Netanyahu actuó por carácter y se mantuvo firme en sus principios al negociar con Damasco, le reto a explicar lo siguiente: En un debate televisado en abril con Mordechai, Netanyahu afirmó que "no daré [al Presidente sirio Hafez al-] Assad lo que Barak está dispuesto a entregar a Assad". A esto, Mordechai replicó: "Mírame a los ojos, Bibi... mírame a los ojos", y a continuación le retó a repetir sus palabras (cosa que Netanyahu no hizo). Mi pregunta a Don Navej: ¿Qué pretendía Mordechai sino indicar que Netanyahu estaba dispuesto a tirar la casa por la ventana?
13 de abril de 2001: Para actualizar esta cuestión, consulte "Lo que Binyamin Netanyahu estuvo dispuesto a entregar a cuenta de los Altos del Golán?"
8 de enero de 2009: Admiro la intervención a tenor de Siria ("Israel no debería ser el único que hace concesiones en un acuerdo de paz") de Netanyahu, actual ministro de economía de Israel, en "¿Un nuevo Netanyahu frente a Siria?"
6 de agosto de 2004: En sus memorias, Dennis Ross recoge las negociaciones Lauder-Nader de agosto de 1999, justo después de donde acaba mi crónica. Remato sus relatos de primera mano en "Los extraños giros de la diplomacia sirio-israelí."
14 de octubre de 2012: Valoro las actuales especulaciones en torno a la cuestión de las negociaciones entre Siria e Israel en "¿Netanyahu vuelve ofrecer a Siria los Altos del Golán?